El socavón que se abrió hace una semana en la calle 10 del centro de Tijuana, permanece sin solución y se ha convertido en un riesgo abierto para transeúntes, quienes habitan cerca y para los comerciantes establecidos en la zona. Pese al peligro, lo único que han hecho las autoridades hasta ahora es colocar engomados de advertencia, mientras los vecinos y comerciantes siguen sin recibir información clara ni plazos concretos para la reparación.

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El hundimiento ocurrió justo en el punto donde el Ayuntamiento había clausurado, el pasado 12 de junio, una obra por fallas en su muro de contención. Así lo reconoció Arnulfo Guerrero, secretario general de Gobierno municipal, quien admitió que la situación aún “sigue bajo análisis” y hasta ahora no existe un plan oficial de reparación ni un calendario para restablecer la vialidad.

Para los residentes, la falta de acción genera miedo e incertidumbre. “De verlo, así como está ahorita sí es de preocuparse, no sé qué vaya a pasar… Igual que no se vaya haciendo más grande poco a poco, ¿no? Sí está preocupante”, expresó una ciudadana consultada en la zona.

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Los comerciantes son quienes más duro resienten la inacción gubernamental. Miranda, propietaria de un negocio cercano, denuncia que en toda la semana ninguna autoridad se ha acercado a explicarles qué ocurrirá, “nadie ha venido a decirnos nada, ni Protección Civil, ni el Ayuntamiento. Nosotros estamos en la incertidumbre como los vecinos locatarios también”.

La afectación no solo es económica. Durante los primeros días, la aparición del socavón provocó fallas en el suministro de agua y constantes apagones de electricidad. Aunque esos servicios ya fueron restablecidos, el golpe a la economía continúa siendo severo. Miranda calcula que sus ventas se han desplomado hasta un 60%, ya que muchos clientes evitan pasar por la zona. “Esto va para largo, se habla de tres meses, pero yo pienso que será más. Andamos viendo opciones de poner letreros porque la afectación es demasiada ", subraya Miranda.

La falta de comunicación oficial y la ausencia de un plan real mantienen a comerciantes y vecinos abandonados frente a un problema que parece amenazar con agravarse, y que está afectando la economía del centro de la ciudad.