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James Parkinson y el temblor que lleva su nombre: 200 años de investigación neurológica

VIDA Y ESTILO

11-04-2025


Foto: Web

Foto: Web

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 11-04-2025 13:57:32 PDT

En este trabajo pionero, Parkinson identificó con notable precisión los síntomas característicos que hoy conocemos

La enfermedad de Parkinson ha acompañado a la humanidad desde tiempos antiguos, pero fue el médico británico James Parkinson quien en 1817 realizó la primera descripción médica sistemática de este trastorno neurológico en su obra "An Essay on the Shaking Palsy" (Un ensayo sobre la parálisis agitante). En este trabajo pionero, Parkinson identificó con notable precisión los síntomas característicos que hoy conocemos: los temblores en reposo particularmente en las extremidades superiores, la rigidez muscular que limita los movimientos, la bradicinesia o lentitud en la ejecución de acciones y los problemas de equilibrio e inestabilidad postural.


James Parkinson basó sus observaciones en el estudio de seis casos clínicos, incluyendo interesantemente a un hombre cuyo comportamiento observó en la calle, demostrando su aguda capacidad de observación clínica. Sin embargo, en esa época el conocimiento médico era limitado y las causas biológicas subyacentes permanecían completamente desconocidas, atribuyéndose frecuentemente estos síntomas a otras condiciones médicas o incluso a causas psicológicas.

 


El verdadero impulso en la comprensión de esta enfermedad llegó con las contribuciones del eminente neurólogo francés Jean-Martin Charcot en la segunda mitad del siglo XIX. Charcot no solo reconoció la importancia del trabajo de Parkinson al bautizar la condición con su nombre, sino que profundizó significativamente en su estudio. Realizó importantes distinciones clínicas que permitieron separar el Parkinson de otros trastornos neurológicos con manifestaciones similares como la esclerosis múltiple o la corea de Huntington. Además, Charcot observó que la presencia de temblores no era un requisito indispensable para el diagnóstico, estableciendo así que existían diferentes variantes de la enfermedad.


El siglo XX marcó un punto de inflexión en la comprensión de la enfermedad. Los avances en histopatología cerebral revelaron que los pacientes con Parkinson presentaban daños característicos en la sustancia negra, una región profunda del cerebro crucial para el control del movimiento. Durante la década de 1950, los progresos en neuroquímica permitieron identificar el papel fundamental de la dopamina y descubrir que la enfermedad estaba directamente relacionada con la degeneración progresiva de las neuronas dopaminérgicas en esta área cerebral.

 


Este descubrimiento fundamental condujo, en la década de 1960, al desarrollo de la levodopa (L-DOPA), un precursor metabólico de la dopamina que revolucionó el tratamiento de la enfermedad al mejorar significativamente los síntomas motores. La introducción de este fármaco marcó un hito en la neurología y sigue constituyendo hasta hoy la base del tratamiento farmacológico del Parkinson.


En la actualidad, la comprensión del Parkinson ha evolucionado para reconocerlo como un trastorno complejo que va más allá de los síntomas motores, incluyendo manifestaciones como depresión, trastornos del sueño y pérdida del olfato entre sus síntomas no motores. Las investigaciones contemporáneas exploran múltiples facetas de la enfermedad, desde factores genéticos como mutaciones en los genes LRRK2 y PARKIN, hasta factores ambientales como la exposición a pesticidas o traumatismos craneoencefálicos repetidos.


El panorama terapéutico actual incluye enfoques innovadores como la terapia celular con células madre y la estimulación cerebral profunda, mientras se continúa buscando tratamientos más efectivos y, eventualmente, una cura definitiva. El legado de James Parkinson, aquel médico observador del siglo XIX, sigue vivo en los laboratorios y centros de investigación de todo el mundo, inspirando a nuevas generaciones de científicos en su lucha contra este trastorno neurodegenerativo.