La industria del entretenimiento en Corea del Sur se viste de luto tras el fallecimiento de la actriz Kim Sae-ron, quien fue encontrada sin vida en su residencia de Seúl el pasado domingo. La joven intérprete, reconocida por sus papeles en producciones de Netflix como Perros de caza y Besos y presagios, tenía 24 años.

Una estrella en ascenso apagada por la controversia

El cuerpo de Kim fue descubierto por un amigo que la visitó en su hogar. Según fuentes policiales de la comisaría de Seongdong, las primeras investigaciones apuntan a que se trató de un suicidio. Su fallecimiento ha conmocionado al país, reviviendo el debate sobre la presión que enfrentan las figuras públicas en la industria del entretenimiento surcoreano.

La actriz comenzó su carrera a temprana edad y se perfilaba como una de las promesas más brillantes del cine y la televisión. Con apenas 9 años, protagonizó Una vida nueva, película que llegó a presentarse en el Festival de Cannes en 2009. Durante la siguiente década, su filmografía creció con una serie de papeles notables que la consolidaron como un rostro conocido en la pantalla.

El escándalo que marcó su declive

Sin embargo, su carrera sufrió un duro revés en 2022 cuando fue arrestada por conducir bajo los efectos del alcohol. En el incidente, estrelló su vehículo contra una barandilla y un transformador eléctrico, dejando sin suministro a varias empresas durante horas. Las pruebas revelaron que su nivel de alcohol en sangre superaba el 0,2%, muy por encima del 0,03% permitido por la ley surcoreana.

La condena incluyó una multa de 20 millones de wones (equivalente a más de 13.000 euros) y una avalancha de críticas en redes sociales, donde la opinión pública y diversas personalidades la señalaron como irresponsable. Aunque ofreció disculpas públicamente, la industria le dio la espalda: sus escenas fueron eliminadas de Perros de caza, se le prohibió asistir a eventos promocionales y perdió su papel en un drama televisivo.

El impacto de la presión mediática

El fallecimiento de Kim Sae-ron se suma a una serie de tragedias que han afectado al mundo del espectáculo en Corea del Sur. La estricta cultura de la imagen en el país exige que las celebridades mantengan una reputación impecable, y cualquier escándalo puede llevar a su completa cancelación. En los últimos años, varias figuras del entretenimiento han tomado decisiones extremas tras recibir mensajes de odio o verse involucradas en controversias públicas.

El caso de Kim pone nuevamente en el foco la fragilidad de la salud mental en la industria y la necesidad de un cambio en la manera en que se manejan los errores y las crisis personales de las estrellas. Su trágico desenlace deja un vacío en la pantalla y una lección pendiente en el mundo del entretenimiento surcoreano.