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Gentrificación: cuando una palabra se convierte en arma política

OPINIONES

06-07-2025


Foto: Feeling.MX

Foto: Feeling.MX

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 06-07-2025 13:18:10 PDT

Desde Feeling.MX

En su origen, el término gentrificación describía un fenómeno urbano: la llegada de personas con mayor poder adquisitivo a barrios marginados, lo que generaba transformaciones económicas, culturales y sociales. Se encarecía la vivienda, cambiaba el comercio local, y muchas veces, quienes vivían ahí desde antes eran desplazados.

Hasta ahí, el análisis sociológico. Gentrificación es…

Quien esto escribe, en 1993 tuvo que mudarse a la Ciudad de México por mejores oportunidades laborales. La cabina de radio estaba ubicada en Paseo de la Reforma, una de las avenidas más emblemáticas del país. Lo lógico, lo ideal, era vivir cerca: Polanco, Zona Rosa, Cuauhtémoc, Juárez, Anzures, cualquier punto cercano al micrófono.

Pero pronto entendí que había una gran diferencia entre lo lógico… y lo posible. ¡Imposible vivir ahí!

El sueldo que me ofrecían por un turno de 4 horas como locutor no alcanzaba ni para pagar la renta de una habitación modesta en esa zona. Ni pensar en un departamento, y mucho menos una casa. Así que, como muchos, terminé viviendo más lejos, con trayectos largos y sueños comprimidos entre estaciones del Metro y autobuses, que sumaban dos horas y media de ida y otro tanto de regreso a donde me hospedé temporalmente. No me quedé a trabajar en ese esplendido lugar.

Hoy han pasado más de 30 años… y la historia es la misma.
Solo que ahora es más cara.

El locutor, el mesero, la enfermera, el joven profesionista o la maestra o la madre o padre solteros… siguen viendo cómo las zonas céntricas se vuelven inaccesibles. No por culpa de un “invasor” o de algún extranjero inversionista que gusta transportarse en bicicleta, sino por una dinámica urbana en nuestro país que lleva décadas acumulando desigualdad sin resolverla.

La gentrificación no es una persona, ni una nacionalidad, ni una moda. Es un síntoma.
Un reflejo de cómo nuestras ciudades crecen sin planear, sin incluir, sin ofrecer alternativas dignas para todos.

No se trata de buscar culpables individuales, sino de repensar el modelo.
Porque cuando solo los privilegiados pueden vivir cerca del trabajo, del arte, de la cultura o de los parques… el problema no es quién llega, sino quién es expulsado sin que nadie lo note.

Gentrificación es eso: cuando lo lógico no es posible. Y lo justo, tampoco.

Pero en tiempos recientes, gentrificación ha mutado: pasó de ser una herramienta de crítica urbana a convertirse en una etiqueta política, emocional y polarizante.

Hoy, cualquier mejora en la infraestructura, cualquier cafetería nueva, cualquier pareja foránea rentando un Airbnb… puede ser tachada de “gentrificadora”, sin matices. El discurso se ha radicalizado: quien invierte en un barrio ya no impulsa el desarrollo, sino que “invade”; y quien promueve modernización, es acusado de despojo.

 

Los políticos y activistas han tomado la palabra como bandera para dividir entre “los de aquí” y “los de fuera”. Pero el problema de fondo no es el café hipster o el condominio de diseño. El problema real es la falta de políticas públicas que aseguren vivienda accesible, servicios equitativos y participación comunitaria en los procesos de transformación urbana.

 

En lugar de pelear por palabras, deberíamos exigir soluciones estructurales: control de rentas abusivas, transparencia en el desarrollo inmobiliario, y sobre todo, garantías para que los vecinos de siempre no sean expulsados por el progreso mal entendido.

 

Porque no es gentrificación lo que daña a una ciudad.


Es la exclusión, la improvisación, y el abandono de quienes no tienen voz.